El invierno es una estación muy rica en tradiciones y manifestaciones populares, ya que el trabajo en el campo exige menor dedicación. La noche más larga del año en Diciembre, anuncia el inicio del solsticio de invierno. Se abren en invierno las puertas a costumbres y ritos ancestrales, para dar una bienvenida calurosa a los meses más fríos del año. Mientras la tierra duerme, el fuego, símbolo del sol, calienta los hogares, dando lugar a ritos de magia y costumbres de fuego, que se sucederán desde entonces hasta febrero.
El fuego ha sido algunas de las múltiples formas que se han utilizado, a través de los tiempos, para ahuyentar espíritus, combatir plagas, o paliar los efectos nocivos que sobre las cosechas y personas provocaban seres maléficos; La purificación de las almas o la protección contra estos seres misteriosos, son algunas de las propiedades de estas manifestaciones festivas que además, traen la bendición a personas, animales domésticos y alimentos.
Los ritos y creencias asociados al solsticio de invierno, y que aún sobreviven, tiene, sin duda, un origen pagano, que se ha visto un tanto difuminado por la cristianización de estas costumbres a través de los tiempos. Por eso, en Enero son días de hogueras en honor a San Anton.
San Antón es para la mayoría de la gente del entorno rural el patrón del ganado. Antiguamente, se tenía por tradición en algunos lugares, no uncir siquiera a los animales ese día. Tampoco se les ataba. Al contrario, solía dárseles fiesta, enviándoles libremente al monte para que se tomasen, por así decirlo, un día de descanso. Hasta los arrieros, molineros y otros gremios que empleaban animales en el desempeño de sus labores, solían tomarse muy en serio esta norma.
El día de San Antón, amén de fiesta para los animales, lo era también para sus amos.
Éstos acudían a misa con el ganado, y aunque las bestias se quedasen en la puerta mientras duraba la función religiosa, al término de ésta los animales eran bendecidos. Algo de eso queda todavía hoy en muchos pueblos y ciudades, que no quieren perder esas antiguas costumbres.
Reunidos alrededor del fuego, cantando, bailando y compartiendo rosas, viandas y vino, los vecinos confraternizan durante esta mágica noche. Unos arrojan cuantas más ramas mejor “para quemar las barbas del santo”, mientras los más jóvenes se atreven a saltar el fuego purificador. Y para terminar la velada, unas migas, pues habrá que madrugar para ir a la aceituna. El fuego se convierte una vez más y con el paso de los años, en un lazo de unión entre vecinos. El fuego es un vínculo familiar, pues antiguamente el invierno obligaba a reunirse toda la familia junto al hogar, único lugar de la casa que permanecía caliente.
Tenemos que quemar nuestros "trastos" viejos en la hogueras y comenzar el año con nuevas ilusiones y perspectivas.
Encarni Vilchez Ortega
El fuego ha sido algunas de las múltiples formas que se han utilizado, a través de los tiempos, para ahuyentar espíritus, combatir plagas, o paliar los efectos nocivos que sobre las cosechas y personas provocaban seres maléficos; La purificación de las almas o la protección contra estos seres misteriosos, son algunas de las propiedades de estas manifestaciones festivas que además, traen la bendición a personas, animales domésticos y alimentos.
Los ritos y creencias asociados al solsticio de invierno, y que aún sobreviven, tiene, sin duda, un origen pagano, que se ha visto un tanto difuminado por la cristianización de estas costumbres a través de los tiempos. Por eso, en Enero son días de hogueras en honor a San Anton.
San Antón es para la mayoría de la gente del entorno rural el patrón del ganado. Antiguamente, se tenía por tradición en algunos lugares, no uncir siquiera a los animales ese día. Tampoco se les ataba. Al contrario, solía dárseles fiesta, enviándoles libremente al monte para que se tomasen, por así decirlo, un día de descanso. Hasta los arrieros, molineros y otros gremios que empleaban animales en el desempeño de sus labores, solían tomarse muy en serio esta norma.
El día de San Antón, amén de fiesta para los animales, lo era también para sus amos.
Éstos acudían a misa con el ganado, y aunque las bestias se quedasen en la puerta mientras duraba la función religiosa, al término de ésta los animales eran bendecidos. Algo de eso queda todavía hoy en muchos pueblos y ciudades, que no quieren perder esas antiguas costumbres.
Reunidos alrededor del fuego, cantando, bailando y compartiendo rosas, viandas y vino, los vecinos confraternizan durante esta mágica noche. Unos arrojan cuantas más ramas mejor “para quemar las barbas del santo”, mientras los más jóvenes se atreven a saltar el fuego purificador. Y para terminar la velada, unas migas, pues habrá que madrugar para ir a la aceituna. El fuego se convierte una vez más y con el paso de los años, en un lazo de unión entre vecinos. El fuego es un vínculo familiar, pues antiguamente el invierno obligaba a reunirse toda la familia junto al hogar, único lugar de la casa que permanecía caliente.
Tenemos que quemar nuestros "trastos" viejos en la hogueras y comenzar el año con nuevas ilusiones y perspectivas.
Encarni Vilchez Ortega
oooooolllllllllllllleeeeeeeeeeeee esa hogera
ResponderEliminarPerdonadme si mi memoria me engaña,
ResponderEliminarpero, recuerdo... un señor que llegaba de tarde en tarde.
Recogía chatarra, trastos vienjos y, a cambio, nos ofrecía palodul, una raiz dulce/amarga que chupábamos hasta sacarle el último jugo.
¿Alguien más se acuerda?